Cuando la abrupta irrupción del ChatGPT mediatizó todos los discursos, era lógico reflexionar sobre las definiciones y algunas contradicciones de la Inteligencia Artificial. Pero han pasado ya unos cuantos meses de debates, opiniones y artículos, y han surgido nuevas aplicaciones (audiovisual, dibujo…) así que lo único que podemos afirmar con seguridad es que estamos dando (gratis) a las empresas propietarias gran cantidad de material para incorporar a su inabarcable capacidad de almacenaje y uso.

Un año después de esta irrupción, lo que se observa es una especie de árbol de polarizaciones en torno a la defensa o el ataque según como le va la fiesta a cada cual. Y muchas son necesarias, como los aspectos jurídicos, tanto en relación a las repercusiones éticas como a las económicas, pero otras sobran, porque es una realidad imparable.

Que nos guste o no, es irrelevante. Hace no tanto, este tiempo de debates y divagaciones se arremolinaban en torno al futuro del trabajo y el «trabajo del conocimiento». Como si no se siguieran colocando tuberías (que se estropean), usando muebles (que hay que fabricar) o cultivando alimentos, por poner algunos ejemplos con los que reflexionamos con nuestros clientes para afrontar presente y futuro.

Y en este estado de vértigo creciente, claro que también contemplamos si la aplicación de herramientas de IA puede ayudar, es más, si resultan imprescindibles para no quedarse ya en el camino. Es decir, lo realmente imprescindible es ser capaces de «hacer bien buenas preguntas».

¿Será ese uno de los principales objetivos de que nos hayan incorporado a experimentar con las aplicaciones que van apareciendo? ¿Aprenderán las herramientas de IA a hacer bien esas buenas preguntas?

En principio cabe pensar que si no compartes lo que piensas no podrán usar, de momento, ese material. Pero teniendo en cuanta que ya se forman colas en cualquier centro comercial para dejarse escanear el ojo por 70€…

Escuchando a Alfons Cornella hablar sobre el poder de las preguntas, se me ocurrió plantearme si será una de las cuestiones en las que la IA podrá alcanzarnos. O superarnos. Y eso sí da un poco de miedo, porque las preguntas son las que permiten avanzar, pero también manipular. De hecho, ya estamos descubriendo que su programación les permite saber inventar las respuestas…

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