Zonas de intersección y líneas de fuga
Percibir la realidad en términos de proyectos resulta tan estimulante como agotador.
Por una lado, cuando la visión se dispara las ideas se enredan, cual cerezas en un cesto, y se niegan a caminar en solitario. Por otro, está la frustración que supone transmitir posibilidades que, irremediablemente, van a transformar rutinas.
Es decir, cuando ya creías tenerlo definido, hay que replantear para saber cual es su verdadera dimensión. Porque no sólo la linealidad de la cadena de valor ha dejado de tener sentido, sino que hay qué revisar a qué nos referimos cuando hablamos de «valor».
Tratando de contrarrestar mi natural tendencia a ir varios pasos por delante, últimamente me dedico al despiece para poder escalar lo que para mi es «un proyecto». Es decir, la mayor parte de la gente prefiere que le hables de proyectos acotados, con principio y final claramente definidos. A mi me parece un desperdicio.
El lado bueno es que para quien lo escucha resulta más comprensible, y para nosotros comercialmente más rentable, pero explicarlo es un ejercicio de autocontrol doloroso. Sobre todo en lo que se refiere al origen de la idea y a la evaluación final. Me explico.
Las ideas no surgen por generación espontánea, sino del trabajo, de la observación, del análisis de aspectos que no funcionan bien o claramente mejorables. No se trata de presentar una «buena idea» sino de contar qué es lo que se pretende mejorar y cómo. No querer escuchar los antecedentes es renunciar al aprendizaje, al proceso de ensayo y error, al entendimiento del esfuerzo. Por más que me empeñe en citar mis fuentes de aprendizaje, es algo que no interesa. Menos mal que para eso tengo el blog.
Por otro lado, en estos tiempos transmediáticos, la palabra FIN carece de sentido. La avaluación final debe ser entendida como nuevo punto de partida, no como clausura. Limitarla al recuento de recursos, gráficas y porcentajes es tirar por la borda las posibilidades de avance. Puede que los objetivos fueran los correctos, o puede que no. La evaluación del proyecto no debe limitarse a si se han desarrollado las tareas previstas sino a las nuevas posibilidades que nos abre el trayecto recorrido.
Por eso me cuesta tanto el despiece, porque pienso en soluciones como punto de partida. Me dirán que es agotador pero yo lo encuentro estimulante. Claro que también es cierto que para mi las personas no son recursos. El problema lo tengo con quienes no lo entienden.
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