Estilo oscuro, pensamiento oscuro
A veces al ceder al impulso de seguir una cadena de enlaces se encuentran perlas inesperadas, como este post de Javier Badía.
Entre tanta recomendación 2.0 resulta refrescante recordar que (casi) todo está inventado, que no descubierto.
Se trata de un breve artículo de Azorín publicado en «Un pueblecito».
Todo debe ser sacrificado a la claridad. «Otra cualquiera circunstancia o condición, como la pureza, la medida, la elevación y la delicadeza, debe ceder a la claridad». ¿No es esto bastante? Pues para los puristas lo siguiente: «Más vale ser censurado de un gramático que no ser entendido». «Es verdad que toda afectación es vituperable; pero sin temor se puede afectar ser claro». La única afectación excusable será la de la claridad. «No basta hacerse entender; es necesario aspirar a no poder dejar de ser entendido».
Sí, lo supremo es el estilo sobrio y claro. Pero ¿cómo escribir sobrio y claro cuando no se piensa de ese modo? El estilo no es una cosa voluntaria, y ésta es la invalidación y la inutilidad —relativas— de todas las reglas. El estilo es una resultante… fisiológica. «Cuando el estilo es oscuro, hay motivos para creer que el entendimiento no es neto». Estilo oscuro, pensamiento oscuro. «Se dice claramente lo que se escribe claramente del mismo modo, a no ser que haya razones para hacerse misterioso». ¡Admirable de exactitud y de penetración! Recomendamos la sencillez y tornamos a recomendarla. ¿Qué es la sencillez en el estilo? He aquí el gran problema. Vamos a dar una fórmula de la sencillez. La sencillez, la dificilísima sencillez, es una cuestión de método. Haced lo siguiente y habréis alcanzado de un golpe el gran estilo: colocad una cosa después de otra. Nada más; esto es todo. ¿No habéis observado que el defecto de un orador o de un escritor consiste en que coloca unas cosas dentro de otras, por medio de paréntesis, de apartados, de incisos y de consideraciones pasajeras e incidentales? Pues bien: lo contrario es colocar las cosas —ideas, sensaciones—, unas después de otras. «Las cosas deben colocarse —dice Bejarano— según el orden en que se piensan y darles la debida extensión». Mas la dificultad está… en pensar bien. El estilo no es voluntario. El estilo es una resultante fisiológica.
Y de otro breve del mismo autor, “Derechamente a las cosas”, la perla del cierre: “De todos los defectos del estilo, el más ridículo es el que se llama hinchazón”
Publicación original: enPalabras