Si se usara el término de no ficción en vez de documental
En 1976 un policía de Texas hizo parar a un coche. Al acercarse lo asesinaron a tiros. Semanas después detuvieron a un tipo al que posteriormente condenaron a la pena de muerte.
En 1988 Errol Morris estrenaba The Thin Blue Line, una película en la que construía un relato de lo sucedido a partir de declaraciones de los implicados (condenados y policías). Siendo su tercer largo, Morris se mantenía fiel a lo que ya es marca de la casa: plano frontal para las entrevistas, e intercalado de piezas visuales (en este caso, reconstrucciones) muy estilizadas. The Thin Blue Line realizaba, pues, una narración basada en la realidad, pero usando para ello herramientas puramente cinematográficas. A pesar de todo el resultado fue poco menos que apoteósico: más allá de la alta calidad final de la película, provocó que se reabriera el caso y que se salvara de la muerte el principal inculpado.
Me acordé de esto a raíz de la (estéril) polémica que parece existir en torno a Searching for Sugar Man, película que, según la wikipedia, «cuenta la historia de un misterioso cantante conocido como Rodríguez y los esfuerzos de dos sudafricanos por descubrir su paradero«. El problema parece ser el hecho de que el director no haya contado la verdad. O mejor dicho, que no haya sido fiel a la realidad: lo que en la película se muestra como un proceso de búsqueda es la recreación (sin ser ficción) de la búsqueda del cantante unos años antes.
Tuiteé este post de la Jotdown recuperando un argumentario básico: si se usara el término de no ficción en vez de documental no existirían estas fricciones a la hora de acercarse a un relato que se construye a partir de la realidad. El problema pasa a ser de lenguaje, y no de género: la audiencia considera a partir de una etiqueta que va a ver una porción de realidad, cuando en realidad va a ver la plasmación en imágenes de un hecho real que cuenta otra persona. Es decir, el espectador no entiende que el relato que le están contando se alimenta de algo real sin que su forma tenga que serlo.
Que Searching for Sugar Man genere este tipo de «debates» resulta llamativo, a la vez que aterrador: así como en un ámbito de difusión generalista los espectadores pueden ser en mayor medida casuales (han puesto un canal como podían haberse ido a otro), ante una película que ha alcanzado una cierta notoriedad cabe suponer que concentrará espectadores interesados tanto por el título concreto como por este tipo de cine en general. El hecho de que se discuta la legitimidad de las herramientas usadas para contar la historia indica que existe un problema: no se disocia la elección de un discurso por parte del director de aquello que se está contando, sea o no cierto al 100%.
En realidad el propio Morris se adelantó unas cuantas décadas con esta explicación que recogieron en divxclasico a partir de un texto del propio director:
La primera película que hice, Gates of Heaven, fue en gran medida una reacción a una idea dominante sobre cómo debían hacerse los documentales. Esto es, filmarlos verité, el cine de la verdad. Existía esta idea de que si sigues ciertas reglas, si filmas las cosas de una determinada manera, entonces la verdad salta sola. Las reglas son bastante sencillas. Filma cámara en mano, filma con la luz natural que haya, conviértete en una mosca en la pared, observando, pero sin ser observado. Y por supuesto, trata de ser lo más discreto posible. Es como una picadora: Introduces los ingredientes adecuados, y, por arte de magia, el resultado es la verdad.
Para mí, es un completo sinsentido. ¿Quién puede haber hecho tal afirmación? ¿Basándose en qué? ¿La fuente que utilizas para imprimir una frase garantiza su verdad o su falsedad? Creo que no. ¿Nos sentimos todos cómodos? No puedo hablar por todos, pero supongo que un número preponderante de personas en esta sala se siente cómoda leyendo el New York Times. Se trata de esas fuentes familiares que estamos acostumbrados a ver cada día, fuentes que nos proporcionan cierto nivel de comodidad, una creencia en que lo que leemos es verdad. Aduciría que ese estilo no garantiza la verdad. ¿Cómo podría ser capaz de tal cosa? Podemos sentir que las fuentes son fuentes que dicen la verdad, pero se trata de nuestra confianza acrítica en toda una constelación de creencias.
Es una supuesta solución al enigma cartesiano de qué hay en el exterior: simplemente eliges el estilo adecuado y de alguna forma el enigma se desvanece. De nuevo, creo que no.
En esta primera película decidí romper todas la reglas. En vez de usar equipo ligero, tratamos de usar el equipo más pesado que nos podíamos permitir. Afortunadamente mi presupesto era limitado en aquellos tiempos, o hubiese usado un equipo aún más pesado. Traté de ser tan prominente como fuera posible. Uno de los grandes tabús a la hora de hacer películas: “La gente no ha de mirar hacia la cámara». Bueno, hice que la gente mirara directamente a la cámara, hablara directamente a la cámara. «No cambies las cosas», y lo cambiamos casi todo. «Usa la luz disponible, no ilumines las cosas», y lo iluminamos todo.
Podría pensar en un par de casos más, pero creo que se pueden hacer una idea.
Publicación original: enimaXes