Las posibilidades de innovación
Cuando me llamaron de Bilbao Ekintza para participar en una jornada sobre consumo colaborativo, la idea me resultó atractiva, pero no del todo ajustada a la innovación en productos y estrategias de reciclaje. Luego la jornada resultó titularse ‘Nuevos modelos de consumo. Comparte y ahorra recursos’, un tema con el que el uso de productos reciclados encaja conceptualmente mejor. En la mesa se sentaron también expertos en los nuevos modelos de coche compartido (Clickcar), en fórmulas de cohousing, y en cooperativas energéticas de usuarios (Goiener), y la plataforma de consumo colaborativo Shareak.
Dice Wikipedia que
El consumo colaborativo se refiere a la manera tradicional de compartir, intercambiar, prestar, alquilar y regalar, redefinida a través de la tecnología moderna y las nuevas maneras de medir la reputación de las personas.
Sin duda, el consumo colaborativo lleva un cambio de paradigma asociado a las nuevas tecnologías que se puede acercar conceptualmente al de la innovación en productos reciclados siguiendo estrategias de la (ahora de moda y más que lo estará) economía circular. Pero si partimos de la primera parte de la definición, vemos la palabra ‘tradicional’, que en el caso del reciclaje está viviendo un auge evidente en las calles de las ciudades de nuestro país en forma de tiendas de segunda mano (en la foto, una tienda de Koopera en Bilbao) que permiten la reutilización de objetos y la consecuente reducción de la cantidad de producto y futuro residuo en el mercado. La crisis económica ha convertido estos residuos (ropa, muebles, electrodomésticos, libros, juguetes, menaje, etc…) en activos para sus productores, y en productos de interés para compradores con necesidad de ajustar su economía. Existe una función medioambiental, desde luego, pero como en casi toda acción eficaz en prevención de residuos, hay un mercado demandante que arrastra de la cadena.
¿Tiene esta actividad un reflejo dado por las nuevas tecnologías? Sin duda, y no son especialmente novedosas como estrategias: ¿qué son eBay o segundamano sino enormes tiendas virtuales donde se puede acceder a productos reciclados para su reutilización? Estos portales, y especialmente eBay, apenas marcan su indudable valor medioambiental en sus páginas, pero cuentan con redes sociales de apoyo, y estrategias de subasta que potencian el valor económico del residuo y su conversión en activo. Nunca llamado residuo, claro (y legalmente no lo es si su destino es la reutilización, por cierto). Otras webs menos generales han empezado a proliferar por sectores específicos, como Percentil, para la reutilización de ropa de niño, o en localizaciones concretas, como yonolotiro, una web pública (promovida por el Gobierno de Navarra) para el intercambio y la reutilización. eBay incorpora además una de las partes esenciales de la definición: dispone de maneras de medir la reputación de las personas que ofrecen sus materiales a la venta.
¿Hay otras estrategias?
Las posibilidades de innovación en el reciclaje de productos son tan grandes que también aparecen estrategias colaborativas en el modo ‘tradicional’ del consumo colaborativo en este campo. Es el caso del ciudadano de Pamplona que movilizó a su vecindario para conseguir realizar compostaje doméstico dentro de la misma ciudad, como ejemplo de un modelo de trabajo que necesita de colaboradores, que se construyó en principio fuera de las instituciones, pero en el que no hubo peso de las nuevas tecnologías.
Entre las estrategias que emplean las nuevas tecnologías es muy destacable la Red de Compra Reciclado de Cataluña, una amplia selección de entidades demandantes y oferentes de productos reciclados y reciclables que se encuentran en el espacio que la Agència de Residus de Catalunya pone a su disposición en la web, y que permite un mercado del producto reciclado que ayuda obviamente al reciclaje y encuentra encaje también con las redes de compra pública verde de las administraciones. El enfoque hacia entidades es interesante por la ausencia de este tipo de mecanismos facilitadores a las empresas, pero ello supone que no está pensado en principio para participación ciudadana. La reputación, en este caso, la otorga el alta dado por la Red, que además asegura también la compra medioambientalmente correcta que se realizará mediante la necesidad de cumplir con sus requisitos, aunque obviamente se trata de una compra, y no de los mecanismos definidos en el consumo colaborativo.
Una estrategia más amplia, que cubre cuestiones de sostenibilidad medioambiental más allá del aprovechamiento de residuos, es la mantenida por las plataformas Sustpro y Sustainable reference, hermanadas entre ellas, que trabajan en el tema del prestigio medioambiental del ciudadano, de la empresa y de la ciudad, y que aprovechan la interrelación a la que dan posibilidad las nuevas tecnologías para construir, como objetivo final, una Wikipedia de la sostenibilidad. Además de declarar el comportamiento medioambiental propio, cada persona, comercio o ciudad participante dispone de la posibilidad de ofrecer productos sostenibles, y mejorar así su certificación en el sistema. La tarea para completar un cuadro mundial es no obstante inmensa, y sólo podría realizarse con un conocimiento importante por parte del ciudadano de las posibilidades de estas plataformas. Porque… o son colaborativas, o no serán, ya que de alguna manera debe acreditarse la sostenibilidad verdadera (que además puede cambiar de criterio con los años), y el modelo no demanda para ello auditores profesionales, sino cierta apelación implícita al conocimiento colectivo. ¿Esta forma sería en la que encajara el modelo reputacional del consumo colaborativo? En cierto modo, desde luego. Un tanto como el hecho de que Wikipedia tenga menos errores que las enciclopedias clásicas gracias al aprovechamiento que hace del conocimiento global compartido y criticado por todos los que acceden a y participan de él.
Pero si hay una de estas estrategias de acción colaborativa múltiple alrededor del aprovechamiento de los residuos como activos que me guste, este es el Scrap Store, aunque, como en todos los casos anteriores no cumpla todos los requisitos de la definición (en este caso, faltarían las nuevas tecnologías, aunque no parece imposible su implementación). Los ‘almacenes de residuos’ (en la foto, el de Gloucester, Inglaterra) pueden tener diferentes modelos de negocio, pero si se distinguen de las tiendas actuales de reutilización, al menos tal y como las conocemos, es en la vocación de aceptar también residuos procedentes de la industria, con valores como la posible contribución a la economía local mientras se ahorra una tasa de vertido, y en su carácter educativo y pedagógico. Al Scrap Store, un espacio al que es conveniente que sea fácil llegar (mejor por transporte público, mejor en un edificio rehabilitado) se envían todas aquellas cosas que ya no son útiles para su propietario, sea este una empresa, comercio o individuo, pero que pueden tener otro uso una vez clasificado. Puede servir para la compra barata de productos reutilizables por la ciudadanía, pero también para proveer de materiales a organizaciones que buscan productos diferentes para sus actividades, desde escuelas a teatros o talleres. Y es un espacio utilizado para el desarrollo de actividades educativas para niños. O puede ser más cosas, claro. Requiere obviamente una organización y una colaboración, tanto para la donación de materiales como para el mantenimiento del local, y aporta una estrategia transversal ciudadanía-empresa hasta ahora no explotada, frente a las empresa-empresa y ciudadano-ciudadano. Aquí puede verse un ejemplo de una actividad muy implantada en el Reino Unido (basada más en el voluntariado que en la inclusión social), y algo en otros países europeos. Nada en el nuestro.
Las puertas del campo
El momento del consumo colaborativo es interesante. Cuestionado por sectores tradicionales que encuentran difícil cambiar sus modelos de negocio y que apelan a la aplicación estricta de la ley actual, las principales empresas del mismo avanzan a velocidad vertiginosa y también desean una regulación real que les permita trabajar bajo seguridad jurídica. Creo que su implantación futura es segura, en modelos que posiblemente aún no se han completado, y que supondrán una modificación de usos de muchos sectores. ¿Desaparecerán los taxis o los hoteles? No lo creo, pero tendrán que innovar y competir mejor. Ejemplos ya hay, como joinup, una plataforma que propone a las empresas usar servicios de taxi por móvil en lugar de usar coches de empresa, con excelentes cálculos de ahorro económico y medioambiental.
En el caso de los residuos, la diferencia fundamental es que más que acceder a un servicio dado por un objeto o un bien, se accede a este mismo cuando ya alguien lo ha usado, sin intención primera de que sea prestado, alquilado o regalado, aunque obviamente la conexión es más que posible: usar un coche de segunda mano para ser compartido en un modelo de compartir vehículo, por ejemplo. Por su lado, algunas de las estrategias arriba expuestas también requerirán que la administración ponga su lupa de la legalidad encima. Sobre todo porque los residuos tienen ya establecido un camino legal, y más de una vez puede ser discutible el modificar ese camino con una estrategia colaborativa novedosa. No se enfrentan en realidad a una situación muy distinta a la del consumo colaborativo en ese sentido, aunque su legislación no sea la comercial sino la medioambiental. También es cierto que se observa mucha más dependencia de los estímulos públicos en el caso medioambiental: las estrategias impulsadas por la administración o el simple incentivo económico que supone hacer frente a las tasas de vertido en aumento parece un tractor del sector tan importante o más que las iniciativas exclusivas del ámbito privado.
Para saber más de consumo colaborativo, el blog de precisamente ese mismo nombre y que se puede ver aquí puede ser la referencia más adecuada. También OuiShare promueve y explica estrategias a veces sorprendentes. De ambas páginas he cogido algunas de las fotos del texto.
Esta conferencia tuvo repercusión en prensa con la aparición de un artículo en el periódico Deia, que puede verse más abajo, y con el audio del programa de radio La tarde en Euskadi de la Cadena Onda Vasca al principio de esta entrada.
Publicación original: Valorizarte