A la manera de una presencia a no olvidar
Entre las diferentes emociones y estímulos que me ha transmitido el excelente documental África en nombre de las mujeres, emitido recientemente en la 2, se me ha escurrido la atención a la historia de de Manfred Zbrzezny, alemán de profesión soldador que llegó a Liberia en plena guerra civil.
Llegó siguiendo un amor que terminó cuando se le acabó el dinero. Porque esa es la otra cara del prejuicio de la dominación occidental: ¿un «hombre blanco» sin dinero en un país africano? Pero se quedó… y aprendió a desarrollar otra clase de amor.
En una sociedad donde la miseria e injusticia bordean lo inhumano, y donde los ideales parecen muchas veces haber emigrado, Manfred confiesa sentirse más cerca de la vida que en Europa: “Alemania ya no era más para mí”, confiesa, abriendo sus ojos inmensos.
Se integró en las miserias de un país destruido y se fue abriendo un hueco vendiendo lo que podía y soldando, a cuarenta grados de calor y con una humedad elevadísima. En su memoria, los horrores de la guerra y cientos de cuerpos destrozados. Pero también su largo recorrido con el oficio que despertó la curiosidad en su niñez cuando iba a ver como trabajaba su vecino soldador. Y han sido estos dos recuerdos, la muerte y la soldadura, los materiales con los que ha forjado su propia Metáfora de la Memoria al transformar esos restos de armas en objetos con otra vocación
“Más que político, es un mensaje claro acerca de la violencia, de la memoria. Porque la gente ve este objeto y dice: Ah es lindo, me gusta, pero ¿qué es esto?… uf es un arma. Cuando alguien toma uno de estos candelabros, lo encuentra simpático, original pero de repente ve lo que es. Entonces es un objeto que te hace pensar sobre la violencia”…
Los desechos de Kalashnikov y lanza cohetes se convierten en árboles, campanas para escuelas, peces espada, pulpos, delfines, caballitos de mar… Las representaciones, tan decorativas a primera vista, fascinan en una segunda mirada por la historia que cuentan, pero sobre todo por la que transmiten, ahí la potencia de su trabajo:
el arma, la materia prima, no desaparece sino que queda inserta dentro de la nueva figura que el artista ha moldeado. Relegada a un lugar de permanente memoria.
No hay una intención de diluir su materialidad, sino más bien de hacer aparecer otro paisaje, asomado a un futuro abierto. “Es necesario que veas que esto es un arma, pero también es necesario que no glorifiques esa arma”. Por eso que no es posible calificarlas simplemente como “bellos objetos”. He aquí la doble condición de su gesto performativo: no consiste en sacarle al arma su propia condición, sino en provocar desde esas dimensiones, un quiebre con su nefasta trayectoria. El arma subyace, a la manera de una presencia a no olvidar. Es el horror condenado a la belleza.
No se puede aprovechar el conocimiento construido sobre la frialdad de los datos, pero tampoco cayendo en inútiles nostalgias. Por eso, Zbrzezny ha reconvertido su oficio en misión: “no me interesa crear un objeto macabro, sino un objeto de alegría, de juego, en contrapunto con el material”.
En todo caso, este documental (40,36 m.) sobre la importancia de las mujeres en la reconstrucción de Liberia, es altamene recomendable. Por lo que cuenta y por lo bien que lo cuenta.
Publicación original: enPalabras