En un interesante artículo en el que Luis Meyer indaga en un el futuro que ya está aquí, esto es, la economía del metaverso, dedica un paréntesis a la pregunta de si la Smart City es un concepto trasnochado:
Mientras el funcionamiento de la sociedad se pixela, las ciudades, motores indiscutibles de la economía, han dado un paso atrás en su digitalización en favor de una mayor humanización. La fiebre por la smart city de la última década tuvo un final simbólico hace dos años con la retirada de Google de un proyecto que pretendía digitalizar el frente litoral de Toronto como nunca antes se había hecho con un espacio urbano. Dicho de otra manera: el gigante tecnológico quería convertirlo en un enorme entorno domótico. No obstante, sus habitantes se levantaron contra esta iniciativa que pretendía llenar de sensores hasta el último rincón y obtener información de todos sus movimientos en aras de una mejor calidad de vida, un aire más puro y un día a día más eficiente. Los ciudadanos, manifestaron entonces, querían ser los protagonistas de las decisiones sobre su ciudad, no meras «cobayas».
Ignacio Alcalde, arquitecto urbanista que ha participado en la redacción de la Nueva Agenda Urbana española, ratifica esta tendencia: «Estamos en una nueva fase del concepto de ciudad inteligente al que yo prefiero llamar inteligencia urbana; esto es, el triunfo de la sociedad, de las personas, frente a un paradigma tecnológico que explota los datos y los convierte en mercancía». El urbanista no reniega en absoluto de la tecnología en la concepción futura de las ciudades, pero la coloca en su sitio. «Ahora viene una segunda ola, de las que deberíamos llamar ciudades verdaderamente inteligentes que se desarrollan a través de tres pilares que tienen que estar concatenados y, en este caso, el orden de los factores sí que altera el producto».
El experto las enumera: «La primera palanca son los valores. Una ciudad tiene que tenerlos claros, y lo lógico es que empiecen por los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la nueva Agenda Urbana de Naciones Unidas que plasma el objetivo 11. Lo bueno es que están escritos y por primera vez en la historia ponen de acuerdo a todo el mundo y tienen una fecha clara: 2030. Para que la ciudad sea inteligente, esos valores deben poner a la persona en el centro».
El segundo paso para que una ciudad sea inteligente, prosigue Alcalde, pasa por tener una visión, un modelo de futuro al que aspirar. «Que sepa hacia dónde va, y no copiando a otras que han tenido éxito, sino teniendo claro cuáles son sus fortalezas; toda ciudad tiene algunos elementos singulares que la hacen especial, única, y una ciudad toma la delantera cuando su equipo de gobierno centra en eso su visión y poco a poco la va llevando a la práctica».
El tercer vector para una ciudad inteligente son las tecnologías. «Si ocupan el último lugar es porque si las pones al principio sucede lo que hasta ahora con la smart city: es algo utilizado al servicio de los intereses de una empresa tecnológica, no de la ciudadanía. Y no hablamos solo de tecnología digital, sino de tecnologías en plural, porque también se incluyen las de transición energética, de movilidad urbana sostenible, de calidad del agua… De infinidad de cosas que tienen que ver con el modelo de ciudad que queremos». Para Alcalde, esta mirada más amplia y profunda permitirá desarrollar un concepto de ciudad que responde de manera inteligente a lo que la sociedad quiere de acuerdo con sus valores y a través de las mejores tecnologías del momento.
Publicación original: dMudanza