… si aprendemos a mirar y a escuchar
Los nacíos palos bits se nos rebelan al modo que ocurren ahora las cosas, se paran. Ajenos a nuestra nostalgia de 30 años, se someten a la medida de nuestra herencia que en esta edición Pisa tampoco nos trae buenas noticias. Ni malas, simplemente consecuencias lógicas, pero no nos gustan.
Nos emocionamos con el cambio de paradigma que propone Ken Robinson pero no entendemos cuando nos dice que la educación ahoga y margina el talento. Pareciera que las conferencias de los gurús nos gustasen para vestir nuestra modernez contando que estuvimos allí.
No niego que tengo una declarada aversión a los sistemas de medidas generalizados, pero no por sistema. Es que no comprendo como hablamos tanto de innovación y pretendemos seguir con métodos en los que lo nuevo es la informatización del procedimiento.
El Informe PISA no es la panacea porque ni siquiera permite deducir con claridad los factores de éxito o fracaso. Es más, ni tenemos claro qué es éxito o fracaso en el marco de las transformaciones que estamos viviendo y las nuevas necesidades que sólo comprendemos a medias. Pero cada vez que sale, el mundo se revoluciona.
El resumen por aquí ha sido que España se recupera en lectura y repite resultados en matemáticas y ciencias y a raíz de eso, declaraciones y titulares en los que cada uno barre para casa según resulte más políticamente rentable. Por supuesto, el ministro dice que no estamos tan mal pero lo cierto es que tenemos niños acosados por epidemias tan modernas como ficticias.
Ya en 2008 Antonella Broglia hablaba de la generación gamer en la empresa: un “cableado” distinto en el cerebro y nuevos intereses que no podemos pretender medir por métodos tradicionales. Por eso insiste Robinson en que el talento es diverso y que no está restringido a unos ámbitos determinados y que la única forma de descubrir talentos es pensar de forma diferente. Que los niños de ahora harán trabajos que aún no están inventados y que para que las economías prosperen necesitamos niños que piensen de forma creativa y entiendan los valores culturales.
Si tanto hablamos de estructuras de cooperación y nuevas formas de aprendizaje, si ya vamos adimitiendo que cada persona aprende de forma diferente, ¿es este método estandarizado, universal y meramente cuantitativo el más adecuado? ¿Nos permite saber hacia dónde tenemos que tirar? ¿Somos conscientes de los valores que transmitimos? Hay críticas, pero no propuestas de cambio.
Hoy, vía twitter, llegaba este vídeo maravilloso.
Merece la pena recordar de nuevo lo que decía Robinson hablando del cambio de paradigma
Lo cierto es que nuestros niños están viviendo el período de estímulos más intenso de la historia de la Tierra. Asediados por la información que llama su atención, los penalizamos porque se distraen… de cosas aburridas… como la escuela. En realidad, estamos haciendo transitar a los niños por la educación. Sencillamente los anestesiamos.
La cuestión es que el modelo que tenemos, y defendemos, es el de una educación modelada en interés del industrialismo y a semejanza de este. Hasta las escuelas están construidas a semejanza de las fábricas con su funcionamiento a golpe de timbre, dependencias separadas… Pura cadena industrial por semejanza de tareas con rígidos grupos que sólo tienen en común la edad.
Sin embargo, estar interesados en el aprendizaje implica abandonar la mentalidad de línea de producción. Lo malo es que esto va en aumento, con el incremento en la estandarización de las pruebas, los planes de estudio, los horarios o el tamaño de los grupos. Para cambiar el paradigma hay que ir en la dirección exactamente opuesta.
Publicación original: enPalabras