Lo que aprendimos «haciendo»

En 2008 aún seguíamos sin querer ver la que teníamos encima y la pesadilla de recortes en la administración ni siquiera asomaba el hocico, pero la moda del fomento de la cultura emprendedora ya había calado. De hecho, la mayor parte de los organismos desarrollaban alguna iniciativa en ese sentido.

En verano de ese año alguien que nos conocía por nuestro enfoque «poco convencional» en los proyectos, nos llamó para hablar de los Talleres de Iniciativas Empresariales que, promovidos desde el Centro de Emprego del Ayuntamiento de A Coruña, se impartían a los centros de FP.

Como suele ocurrir, no es que buscaran mejoras, sino que el descontento generalizado en los centros obligaba a cambiar. Y no me extraña. Se les entregaba un manual con áspera teoría (puro copy-past) que alguien recitaba en tono y actitud monocorde durante hora y media sobre estos «atractivos» temas: Fiscalidad, Contabilidad, Financiación, Formas jurídicas, Ayudas y subvenciones, Marketing, Contratos, Nóminas, Gestión de Personal y Franquicias.

El escenario presentaba poca opción a mejoras significativas porque:

  1. No tenía relación con la materia que estudiaban e iban dirigidos a una gran variedad de ramas de estudios: restauración, animación de actividades físicas, audioprótesis, Imagen, Sonido, Auxiliar de enfermería, Documentación sanitaria, Integración social, Animación sociocultural…
  2. Diversidad de edades, horarios (también nocturnos) y tamaño de los grupos (de 8 a 28)
  3. Absoluta falta de interés: La FP sigue siendo la hermana pobre de la educación reglada (y a veces la última opción tras el fracaso) y el enfoque del alumnado de FP es el de entrada directa al mercado de trabajo… por cuenta ajena
  4. Los talleres se impartían dentro de una asignatura postiza, sensación que afecta tanto quien la imparten como a quienes la «padecen».

Otros dos condicionantes importantes eran el tener que retomar un programa cerrado, con lo que apenas había margen para cambios, y un presupuesto que tampoco daba para florituras. Tal vez por eso nos pareció un reto doblemente interesante ya que se trataba de innovar sin recursos extra y trasladar nuestro enfoque de trabajo habitual con empresas y organizaciones a la educación.

Tras las receptividad inicial del personal responsable, nos embarcamos en la ilusionante tarea de diseñar nuestra propuesta para reconvertir lo que claramente percibíamos como una «tortura» en una «oportunidad» de provocar nuevas perspectivas. Tenía que ser «divertido» y percibido como algo cercano para que la posibilidad de poner en marcha una iniciativa empresarial se hiciera un hueco en sus posibilidades de futuro. O al menos que no la descartaran. Así fueron tomando vida Ana y Luis que desde su apatía ante el incierto futuro terminaron siendo los promotores de la exitosa Camisetas S.A.

Disfrutamos preparando la historia, las dinámicas de grupo, los vídeos, las preguntas, los cuestionarios de evaluación del jurado, la puesta en escena… Disfrutamos impartiéndolos y retroalimentándonos con las reacciones y con el entusiasmo del profesorado. Conseguimos incluso reconvertir las «finanzas» y la «contabilidad» en conceptos naturales y asimilables.

En cada curso se impartían los talleres solicitados por el profesorado, así que los verdaderos receptores no tenían posibilidad de elección. En algún caso en que la reacción inicial no fue precisamente de colaboración, llegamos a tener hasta cuatro y en el último nos preguntaban «¿pero ya no volvéis más?». Aunque también hubo quien consideró nuestro estilo un poco «agresivo» (movíamos mesas, estimulábamos el debate y la autoevaluación…) el resultado de los cuestionarios que pasaba el Centro de Emprego no ofrecían dudas: el entusiasmo y el «me abre nuevas perspectivas» ganó por goleada.

Por nuestra parte, la experiencia fue agotadora (mas de 30 talleres en pocos meses) pero absolutamente enriquecedora ya que nos dio la oportunidad de «aprender haciendo», eso que tanto se repite ahora pero no parece asentarse en los acomodados esquemas socioeducativos. Ni en la empresa. Nos quedó pena de no haber grabado alguna sesión, pero hace tres años no era tan habitual. Aunque igual tampoco nos lo hubieran permitido, el secretismo está demasiado anclado en nuestros genes.

Me había quedado con ganas de poner en palabras mis impresiones (los informes entregados son otra cosa) pero intenciones y tiempo no suelen ir en paralelo. Han pasado tres años y pienso en lo poco que hemos avanzado en algunas cuestiones y ahora, que los recursos son proporcionalmente inversos a la necesidad de resultados, es urgente que reconvirtamos el desorientado clamor por evolucionar hacia una sociedad emprendedora en un encuentro discursivo convincente y eficaz.

Ilusionada con un par de proyectos en los que estamos trabajando, he repasado el planteamiento y los materiales de aquellos talleres y sentí la necesidad de ordenar al fin aquellas impresiones. Y creo también que voy a ir aprendiendo de las buenas recomendaciones en vez de dejar que lo bueno se pierda en carpetas cuyo criterio de archivo no responde, con el paso del tiempo, a los conceptos de valor y utilidad.

A pesar de los grandes cambios que se están dando en la economía y el concepto de empresa, creo que la historia de Ana y Luis resiste el paso del tiempo.

Este era el punto de partida sobre el que trabajaba el tema de cada taller. Al final, leíamos la resolución del caso y lo comparábamos sus resultados. Este era el de marketing y franquicias. Lo cierto, es que llegaban a conclusiones francamente buenas en todos. A ver si somos capaces de averiguar dónde se nos pierde todo este impulso y este sentido común.

 Publicación original: enPalabras

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