Los tópicos son el estribillo de estrategias antiguas a las que los cambios sociales y de mercado les restan vigencia. Xavier Marcet

El futuro demanda perfiles tecnológicos y técnicos que no estamos sabiendo producir, tal vez por eso crece el debate, que no los avances, sobre la escasa presencia de mujeres en estos ámbitos. Pero no confundamos las causas del interés, profesiones empleos que algún día fueron de élite, se han convertido en la base de la pirámide: pura mano de obra. En el fondo parece el eco trasnochado de aquella incorporación masiva (y temporal) de las mujeres a las fábricas en los períodos de las grandes guerras.

En los últimos años se han multiplicado los programas de sensibilización, los estudios y los eventos ad hoc en los que se intenta presentar modelos de mujeres que inspiren a las nuevas generaciones, pero parece que los datos y los porcentajes no acompañan al esfuerzo. ¿Y si cambiamos el punto de vista?

Lina Nilsson, ingeniera bióloga y directora de innovación en el Blum Center for Developing Eco, escribió un recomendable artículo en 2015 (¡hace tres años!) sobre Cómo atraer a mujeres ingenieras que tal vez deberían ponerse de cabecera quienes diseñan leyes y planes de estudio:

¿Por qué hay tan pocas mujeres ingenieras? Se han ofrecido muchas razones: el sexismo en el lugar de trabajo, la falta de modelos femeninos, los estereotipos sobre la incompetencia técnica innata de las mujeres y las dificultades para combinar las carreras tecnológicas con la maternidad. Las soluciones propuestas incluyen programas de mentores, grupos de apoyo estudiantil y esfuerzos de reclutamiento específicos. Las iniciativas han comenzado en universidades y corporaciones, incluido el reciente compromiso de diversidad de $ 300 millones de Intel.

Pero tal vez una solución es mucho más simple, y ya es obvia. Una experiencia aquí en la Universidad de California, Berkeley, donde enseño, sugiere que, si el contenido del trabajo en sí se hace más significativo desde el punto de vista social, las mujeres se apuntarán en masa. Esto se aplica no solo a la ingeniería informática, sino también a campos más tradicionales e igualmente dominados por los hombres, como la ingeniería mecánica y química.

Tras comprobar los datos indagó lo que ocurría en docenas de universidades (M.I.T., Michigan, Arizona…) y se encontraron con que el porcentaje de mujeres matriculadas era muy superior al de los hombres cuando los programas se definían con objetivos de mejora tangibles para la sociedad y las personas: eficiencia energética, reducir la pobreza y la desigualdad, ingeniería civil y ambiental sobre diseño para comunidades sostenibles…

En el artículo cita muchos y diferentes programas que muestran que la ingeniería (en todos los ámbitos) y el desarrollo sostenible son cosa de mujeres. Su conclusión resulta obvia:

¿Qué muestra todo esto? Muestra que la clave para aumentar el número de ingenieras puede no ser solo programas de mentoría o centros de cuidado infantil, aunque estos son importantes. Puede tratarse de volver a enmarcar los objetivos de la investigación de ingeniería y los currículos para que sean más relevantes para las necesidades de la sociedad. No se trata solo de equidad de género: se trata de hacer una mejor ingeniería para todos nosotros.


Publicación original: enIgualdade

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