Cuanto más se complica «el mundo real», más nos agarramos a los puntos de fuga con su promesa de ser «la solución definitiva». Cosa que no existe, por supuesto, como tampoco la posibilidad de conciliar vida familiar, personal y trabajo si no cambiamos algunos esquemas. En realidad, metaverso y conciliación tienen puntos en común, y es que la posibilidad de elegir implica algo tan importante como doloroso: la necesidad de renunciar.
Es decir, el problema de fondo en ambos casos tiene algo en común: el día sólo tiene 24 horas.
Pero está bien. Cuando nos vayamos instalando en esa otra realidad perfecta dejaremos de preocuparnos por las olas de calor, la inflación, la guerra en Ucrania… El problema vendrá cuando la falta de electricidad nos desconecte de ese mundo perfecto. ¿Suena anticuado, verdad? Como a un problema del siglo XIX cuando andábamos buscando pantanos que inundar para dar mejor vida a una pequeña parte de la población.
En un artículo en Ethic, Santiago Íñiguez apunta una definición que parece bastante más apropiada y lo describe como una disrupción que se opera a lo largo del tiempo, más que de cambios drásticos o revolucionarios. A mi me recuerda a lo de las teorías/luz:
la sostenibilidad es una teoría/luz porque, en esencia, no hay nada que sea completamente sostenible, aunque lo sea hoy, mañana quizá tengamos otra información u otras prioridades que disminuyan su sostenibilidad. No es una cuestión de sí o no, sino de rangos. Pero no porque sea relativo hay que abandonar la tarea
Pero el concepto está de moda, no cabe duda. Y nos pondrá algunas cosas del revés en un futuro inmediato, siempre hay quien se apura tanto que aunque se invente el acero lo sigue aplicando como la madera (esto ocurrió, sí). Incluso ya hay inmobiliarias empezando a hacer «negocio» en el metaverso.
Sin embargo, como también señala Santiago Íñiguez, a pesar de sus múltiples aplicaciones en creatividad e innovación, los límites del multiverso reflejan los de la gamificación:
simplifica la realidad; los directivos y otros profesionales se mueven en un mundo mucho más complejo. También es probable que detrás de los algoritmos que configuran el metaverso haya una estricta relación lineal entre causas y efectos que, si bien es útil para comprender el significado de un concepto o modelo en particular, no son un reflejo fiel de los complejos matices del mundo empresarial, donde la aplicación de modelos y sistemas es limitada. Además, se han señalado los sesgos cognitivos detrás de muchos algoritmos aplicados en plataformas similares, incluidos los prejuicios xenófobos o sexistas.
Publicación original: enPalabras
Sin negar la existencia «física» del metaverso ni de la IA, ni sus posibles y seguras evoluciones futuras, al final, la realidad que vivimos cada día, es la tremenda construcción y el relato fabuloso que creamos en torno a ello. Por Dios! Qué pesadez! 😉
Un abrazo, Isa!
Lo incorporaremos como herramienta y producirá cambios, hasta ahí seguro que estamos de acuerdo. Pero espero que sepamos hacerlo porque si pasa como con la administración electrónica, que iba a eliminar papel y reducir trámites, es para echarse a temblar, porque es como si empleáramos la sierra eléctrica a modo de hacha.
En todo caso, parece que nos plantearan mundos ideales pero seguimos en el físico, y en condiciones cada vez peores. Pero son los temas de moda. ¡Qué pesadez, completamente de acuerdo Manel!
Un abrazo 🙂