Aún no llevaba un día en su vida y ya creando problemas. En el garaje sobraba sitio pero después de la (mala) experiencia de hace unos meses, no se iban a arriesgar, la visibilidad de la primera línea tenía sus inconvenientes…

Pero las plegables no le gustaban, no le gustaba el verbo plegar, su tránsito era más salvaje. Lo suyo no era pasear las ciudades sino vivirlas, transformarlas. Una competición solitaria y solidaria con retos y tiempo propios en el que probar-se que todo era posible.

Septiembre regresaba con sus rutinas recuperando espacios y silencios, pronto podría disfrutar sus trayectos acompañando al mar que recuperaba su voz ronca de bestia en reposo. Ya no necesitaba coger el coche para escapar, en realidad no quería escapar sino cambiar el ritmo cuando ideas y sentimientos se aliaban dejándola fuera.

Había sido más fácil de lo esperado, le gustaban los retos y el cuerpo disfrutaba cómplice mientras se deslizaba sobre recuerdos y ausencias. Un tiempo para aspirar la noche y el día e ir dejando en el camino, al fin, los minutos no vividos. Todo parecía tan sencillo ahora…

Faltaba poco. Hoy se la llevaría en coche para estrenarla haciendo el mismo recorrido de su aprendizaje. Las otras no contaban, esta era suya, la primera, la que en adelante le permitiría salvar la distancia entre su calle y el mar disfrutando el viento de otoño, el canto de lluvia, el aroma de sal… Por fin el silencio amigo.

Publicación original: enPalabras

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