En los últimos años parece que se ha vuelto necesario que toda película guarde un secreto, que su historia contenga enigmas de cara al espectador. Incluso en el campo de la no ficción un título tan sobresaliente como (la no estrenada en España) Catfish supo reconstruir en su promoción la innecesaria duda que a tiempo real habían vivido sus protagonistas, algo que se podría resumir más o menos así: «adonde nos lleva todo esto»?

Tralas Luces no juega con ningún enigma argumental. Cuando se empezo a hablar de ella ya se sabía que contaba, en ese instante y en esos mismos los mismos lugares, la historia de una familia de feirantes. Al empezar a lanzar material promocional tampoco se escondieron los elementos de una historia que, en formato largo, casi parece desarrollarse a partir de lo que se dibujó en el trailer, retroalimentandose del resto de esquejes visuales que terminan de crecer cuando se amplia la historia de esta «familia».

El «aquí y ahora» como concepto es el fundamento para esta historia que recupera algunos de los grandes valores de la no ficcion. Como en El Cielo Gira, los hechos dibujan su camino al margen de las intenciones documentales, y la presencia de la cámara se convierte en otro simple suceso casual dentro de la historia de estos personajes. Es, con posterioridad, cuando Sandra Sánchez termina de dar forma, cuando se decanta por narrar lo que ella misma ha vivido al otro lado del objetivo mediante un arduo proceso de edición.

Sin duda lo mejor de la película es dar la posibilidad de debatir. Y no digo esto porque se discuta su calidad, no, esto es algo que, por suerte, resulta indiscutible: el nivel discursivo de Tralas Luces invita a plantearse en no pocos momentos que es lo que está contando la directora al enfrentar diferentes niveles de realidad, ya sea por la contraposicion que pueda existir en lo que la propia protagonista cuenta en off, o por el (en ocasiones cruel) contrapunto que ofrecen las realidades paralelas en las que se mueven los feirantes. Porque la pelicula muestra esa realidad, la suya, que no tiene nada que ver con la de aquellos sitios por los que pasan. Al contrario, los protagonistas evidencian de una manera o de otra su más que probable incapacidad para afiliarse a la dinámica de un mundo que a veces creen que no comprenderían. A pesar de ello imitan y sirven a esa realidad mayoritaria a la que estan entregados como artefacto de temporada. El viaje de los feirantes tiene fecha caducidad cada año, y al mismo tiempo sus protagonistas, en esta o en otras familias, incluso iran desapareciendo de manera inevitable.

Hay grandes momentos de Cine en esta pelicula, y sobre todo resulta agradable sentir claramente el inmenso respeto que inspira la labor de su directora, que ni abraza el morbo ni viaja por los dramas de otra perspectiva de lo cotidiano tratando de engañar a nadie: la conclusion es que cualquier realidad, en estos tiempos, necesita de un cierto cinismo para poder sobrevivir en un entorno que empuja a la soledad y a la tristeza. O ésta es, al menos, una de las conclusiones, y apreciarla en pantalla grande es un placer que, desde hoy, es posible permitirse.

Publicación original: enimaXes

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